sábado, 21 de marzo de 2009

Sobre la crisis de la Educación Peruana.

José Ramos Bosmediano, miembro investigador de la Red Social para la Escuela Pública en América (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP.

El presente artículo ha sido requerido para un centro educativo de la ciudad de Iquitos, para ser publicado en su revista de fin del año escolar 2008. Con el honor que me cabe por haber sido invitado a colaborar con la publicación, agradezco la deferencia y saludo a todos sus abnegados maestros, empezando por la directora, también a los padres de familia y los estudiantes. A todos deseo que su trabajo sea parte del gran esfuerzo que hacemos para defender la escuela pública frente a todos las medidas neoliberales que buscan extender la privatización de la enseñanza, directa o indirectamente, municipalizaciones incluidas.

Sobre la crisis de la educación peruana ha corrido mucha tinta sobre papel y también muchos discursos que el viento se encargó de llevar a las calendas griegas.

No es casual que en 1839 se dio el primer intento de reformar la educación republicana del Perú, y nada menos a través de lo que hoy se conoce como municipalización de la administración de la educación, y que otro intento similar se diera en 1872-76. Recordemos también las sendas reformas de los dos gobiernos de Ramón Castilla y luego las reformas habidas entre 1895 y el 2002. Luego de la de 1909, 1919, 1927. 1941, 1945, 1950, 1958, 1963, 1972, 1883 y la actual que viene de los años 90 con el neoliberalismo como inspiración de fondo. La única reforma educativa republicana que sacudió la vieja estructura de la educación superior, aunque no logró sus objetivos finales, fue la reforma universitaria de 1918 como parte de esa gran corriente reformista que comprometió a toda América Latina, empezando en Córdoba, Argentina; pero que fue impulsada y actuada por la juventud revolucionaria de ese tiempo, jóvenes imbuidos del pensamiento de vanguardia que, además, se convirtió, en gran parte, en fundadora de los movimientos revolucionarios.

Pero volviendo a la crisis de la educación peruana preferimos tomar hechos concretos para dar la idea del contenido real de su crisis.

El primer hecho que se nos viene mientras escribimos es el deslinde que hiciera don Manuel Vicente Villarán a fines del siglo XIX, cuando este jurisconsulto y profesor universitario liberal reclamó para el Perú una educación más práctica, más ligada a las necesidades de la producción moderna, a la formación de profesionales dedicados a crear riqueza en el campo, en la industria, pues, decía, la educación peruana de su tiempo sólo formaba clérigos y abogados. Villarán tenía una concepción moderna de la educación, acercándose a la visión liberal que en Europa y en los Estados Unidos había implantado ya la escuela pública con sus contenidos democráticos, científico-tecnológicos, de coeducación, de gratuidad y universalidad, de desarrollo de los elementos populares opuestos a la ideología conservadora de las viejas monarquías derrotadas por las revoluciones de los siglos XVII, XVIII y XIX. En nuestro país, en cambio, pese a la derrota militar del colonialismo español, la ideología virreinal seguía manteniendo su dominio desde una clase dominante que siguió prolongando la semifeudalidad hasta la segunda mitad del siglo XX. ¿Qué reforma educativa moderna y progresista podría realizarse en esas condiciones de atraso económico y social?

El otro hecho que nos grafica la crisis educativa actual es el discurso de don Nicolás de Piérola en 1895, al referirse a la pobreza de nuestras escuelas y el resultado de la enseñanza que no permitía el manejo de las letras, ni de los números y que era la responsable de la existencia de funcionarios moralmente ineptos. Un discurso que hoy se traduce en la falta de una elemental capacidad de leer y comprender algo útil, de comprender el valor de las matemáticas y de un comportamiento diferente a la crisis moral que corroe a la sociedad peruana. Piérola, resulta así, en el “oculto” maestro de quienes hoy repiten todos los días el mismo discurso, sin citarlo siquiera y sin hace algo diferente que lanzar demagógicas medidas tendientes a culpar de todo a los maestros, víctimas también de la crisis de la educación.

Un tercer hecho digno de referencia es la crítica de la educación peruana de principios del siglo XX que hiciera el maestro José Antonio Encinas, señalando la caduca concepción conservadora que imperaba en las escuelas y en los centros de formación de maestros, proponiendo, en cambio, la asimilación de los nuevos elementos de la escuela nueva y de la escuela socialista que se desarrollaban en Europa, Estados Unidos y la Rusia de la triunfante revolución bolchevique, respectivamente. Como se sabe, Encinas propugnó, con su experiencia de docente en Puno, la educación popular, la educación para el trabajo, la disciplina autónoma o autodisciplina de los estudiantes, la organización democrática de la escuela, la relación de ésta con la comunidad y los padres de familia, el desarrollo de una metodología activa, etc. El maestro fue objeto de todo tipo de acusaciones y fue obligado a salir del país.

Vino José Carlos Mariátegui y publicó (1928) su libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, uno de cuyos ensayos se refiere al Proceso de la instrucción pública, en el cual señala las causas históricas y estructurales de la crisis de la educación peruana y su correspondencia con las viejas estructura del estado semicolonial que impedía desarrollar una nueva cultura y una nueva educación, rescatando el valor del gran movimiento de la reforma universitaria a la que hemos hecho referencia.

El gran historiador de la república peruana, don Jorge Basadre, desde la década de los 20 del siglo XX, debió de referirse a la crisis de la educación peruana relacionándola con el incumplimiento de la “promesa de la vida peruana”, es decir, con un proyecto nacional que nos permita transformar el país. En 1956, el insigne historiador publicó una especie de inventario de la crisis educativa, que actualiza, para esa década, los datos más sobresalientes de nuestras falencias en materia de educación, sin olvidarse de las carencias presupuestales y de infraestructura, pero centrando su atención en la falta de un nuevo espíritu pedagógico desde el Estado. El libro, Materiales para otra morada, debe ser un texto de obligada lectura para esos ministros que no saben ni lo que están haciendo, repitiendo como papagayos las consignas neoliberales que nos están conduciendo a un mayor deterioro económico, social, cultural y moral.

¿Por qué no recordar el Informe publicado en 1970 por la Comisión de la Reforma Educativa de 1972, presidida por el filósofo y profesor universitario Augusto Salazar Bondy? El libro actualiza los mismos males, las mismas carencias y las mismas causas de fondo de nuestra crisis educativa. El fracaso de aquella propuesta de los años 70 estuvo ligado, nuevamente, a que no atacaba las causas que el propio informe dejaba entrever, pues las reformas velasquistas, con todas las contradicciones que generó entre el desarrollismo de la Alianza para el Progreso y los intereses de la vieja oligarquía peruana, no planteaba la ruptura con el sistema de dominación capitalista en un país que exigía un rumbo nuevo para su desarrollo integral, con una nueva educación ligada a ese desarrollo.

Estamos en condiciones de concluir señalando que lo que está en crisis es un sistema educativo republicano que no ha sido capaz, hasta hoy, de desarrollar los elementos de una educación moderna, es decir, plasmar la educación democrática basada en la escuela pública gratuita, universal, de coeducación, científica, laica y de contenido popular, ligada, en última instancia a un proyecto económico y social diferente al actual sistema capitalista con su corrosiva carga neoliberal. Ni la computación, ni la municipalización, ni el denominado “plan lector”, ni el “plan Huascarán”, mucho menos el constructivismo con su aprendizaje por competencias, nos llevarán a una “educación de calidad”.

Los maestros peruanos tenemos un proyecto educativo generado desde el SUTEP, cuya vigencia es indiscutible y cuya plasmación será producto de la transformación que requiere nuestro país. Ser “mejores maestros” significa unirse a la lucha por una nueva educación en el Perú. Eso supone derrotar al neoliberalismo, en primer lugar, y luego avanzar a construir algo diferente al capitalismo en crisis.

Tarapoto, diciembre 15 del 2008.

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