En las vísperas del fin del segundo gobierno aprista en el Perú, el Presidente Alan García ha decidido abrumar a los peruanos con una campaña propagandística a través de todos los medios de comunicación, avisos pagados e intervenciones personales en inauguraciones de obras públicas, cuyo contenido es “demostrar” que está realizando una “revolución educativa” que nos llevará a convertirnos en los líderes de los países sudamericanos, predicando, como discípulo criollo de los neoliberales, la era del conocimiento, ¡también en el Perú!
Su vaticinio parte de algunas políticas educativas que viene aplicando desde el 2006: evaluación y capacitación docente, carrera pública magisterial con “meritocracia”, municipalización de la educación, creación de “colegios emblemáticos” y un “colegio mayor” en Huampaní, construcciones escolares “emblemáticas”, creación de nuevas universidades públicas y privadas y un “nuevo” currículo para la educación básica desde el 2009.
La frondosa propaganda de la supuesta revolución educativa tiene un escenario, sin embargo, bochornoso para su gobierno: la evidente putrefacción moral de su partido y su gobierno, con un trasfondo de políticas económicas y sociales en beneficio de las transnacionales y en perjuicio de las masas trabajadoras y del pueblo, sin mencionar la depredación de los recursos naturales. No es muy fácil entender la incompatibilidad entre un gobierno corrupto, antipopular y entreguista (antinacional) y la realización de una “revolución educativa”.