José Ramos Bosmediano, ex Secretario General del SUTEP, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá).
Que el maestro no se limite a preguntar al discípulo las palabras de la lección, sino más bien el sentido y la sustancia; que se informe del provecho que ha sacado, no por la memoria del alumno, sino por su conducta. Conviene que lo aprendido por el niño lo explique éste de cien maneras diferentes y que lo acomode a otros tantos casos para que de este modo pueda verse si recibió bien la enseñanza y la hizo suya, juzgando de sus adelantos…
(Miguel de Montaigne, Ensayos, Tomo I)
Lo primero que debo expresar en esta Segunda carta a los maestros peruanos, como ex Secretario General del glorioso sindicato fundado el 6 de julio de 1972, es mi más cálido y fraternal saludo y mi respeto por su trabajo profesional en un país donde ser maestro significa, incluso, trabajar en otra actividad para seguir asistiendo a la escuela pública con una vestimenta y una alimentación aceptables. Esta es la razón por la cual he repetido mucho que “los maestros peruanos pagamos para enseñar”, respondiendo a quienes siempre han negado a los maestros una remuneración superior al miserable salario que percibimos.
Es un saludo con motivo del Día del Maestro, que año tras años celebramos el 6 de julio sin esperar, ni desear, el reconocimiento hipócrita de los gobernantes y funcionarios ocasionales que dan mensajes melifluos sobre la “sagrada misión del maestro”. Y mucho más en tiempos de neoliberalismo, cuando los derechos profesionales de los maestros han sido, en la práctica, destruidos por los privatizadores de la educación. Nos basta celebrar nuestro trabajo magisterial con los padres de familia y con nuestros alumnos, testigos, en última instancia, de la labor que desempeñamos en condiciones heterogéneas según el lugar donde trabajamos, pero que en general, con niños y adolescentes mal alimentados y con negativos impactos de una sociedad que les niega el derecho de ser niños y el tiempo para jugar y asistir normalmente a la escuela.
No recibamos, pues, el mensaje de un Ministro que ha hecho de la educación su negocio propio, que carece de capacidad intelectual para dirigir un Ministerio de Educación, de cuyo papel tiene el concepto más primitivo, como se comprueba ingresando a los galpones donde han sido confinadas las oficinas de un Ministerio que debería de tener una sede física que sea, al mismo tiempo, una obra de arte arquitectónica; de un Ministro que ha tercerizado las funciones del Ministerio de Educación con resultados hasta reñidos con la más elemental práctica de la ortografía castellana en los textos que podrían haber servido a los maestros y estudiantes.
Tampoco recibamos el mensaje de un Presidente que nos ha vilipendiado hasta endilgarnos calificativos totalmente denigrantes; de un Presidente que todos los días miente sobre la existencia del paraíso en el Perú, ocultando que el crecimiento del PBI distancia más a los millones de pobres del puñado de empresarios y una alta burocracia que se lleva la mayor parte de la renta producida por los trabajadores.
Celebremos el día del maestro peruano, este 6 de julio, con la misma alegría con la que enseñamos a nuestros alumnos, pero también ejerciendo nuestra capacidad de reflexión sobre los postulados rectores de nuestro trabajo.
Nuestras grandes responsabilidades y nobles ideales.
Primero, los maestros de la escuela pública y gran parte de los de la escuela privada, somos parte de ese pueblo que lucha por sus aspiraciones democráticas y de justicia social, cuya posibilidad dependerá de un proceso de profundas transformaciones económicas y sociales que, a su vez, dependerá del grado de conciencia de los sectores oprimidos y patriotas de nuestro país.
Segundo, nuestra misión principal en el acto de enseñar es abrir la conciencia de los niños y adolescentes a las ideas renovadoras, a la búsqueda de la verdad, a los valores más elevados y fundantes que la humanidad ha venido cultivando en su larga marcha hacia la conquista de una sociedad justa, libre, igualitaria y fraterna. Los resultados de una enseñanza pedagógicamente acertada se miden, como lo ha dicho Montaigne, en la conducta del niño, su nueva actitud frente a los problemas y los grandes objetivos de nuestro país, y no como los pragmatistas neoliberales vienen promoviendo, en la solución de una prueba estandarizada de sospechosos objetivos tecnocráticos o de un adiestramiento para obtener provecho personal de la salvaje y corrupta economía de libre mercado.
Tercero, nuestra presencia en la docencia entraña una actitud de permanente preparación y renovación de conocimientos y métodos, no con ese criterio eficientista-productivista y de competición en el mercado libre de “ser mejor que el otro”; tampoco con el otro criterio, que se enlaza con el primero, de buscar tantos diplomados y grados académicos para “elevar nuestros ingresos”, como si la pedagogía dependiera de la cantidad de nuevos títulos que requieren, en nuestro caso, de grandes inversiones que favorecerán, en realidad, a las “universidades” privadas que hoy ofrecen maestrías, diplomados y doctorados “para todos los bolsillos”, negocio en el cual la universidad del actual Ministro de Educación es una de las beneficiadas. Los maestros titulados tenemos una cultura pedagógica y especializada básica, que nos permite proseguir estudiando con la paciencia y el ritmo adecuados, planificando bien nuestro tiempo y no para “ser mejor que el otro”, sino para ofrecer a nuestros alumnos todo lo que se requiere en su formación. Nuevamente la cita de Montaigne nos exime de mayores palabras sobre la ciencia y el arte de enseñar.
Cuarto, somos ciudadanos y trabajadores de la cultura, tan ciudadanos como el resto de los peruanos, por tanto, con todos los derechos y capacidades para interesarnos por los problemas del país, tomar partido por las alternativas más plausibles para cambiar el sistema injusto que nos agobia y que agobia al 90 % de los peruanos. Siendo así, no podemos ponernos al margen de la lucha política por el poder, como quisieran quienes pretenden arrinconarnos a simples burócratas de aula, o a asépticos “facilitadores”, sin capacidad de orientar a los estudiantes y enseñarlos a lidiar con una cultura dominante que todos los días, a través de sus medios de comunicación y de sus propios gobernantes, oscurecen la conciencia del pueblo. Nos corresponde optar por las mejores alternativas, participar en su elaboración y en la organización política para llevarlas a la práctica, distanciándonos de aquellos políticos, entre los cuales, lamentablemente hay también algunos maestros, que han hecho del ejercicio del poder un medio de provecho personal.
Quinto, las luchas sociales de nuestro pueblo forman parte de nuestras preocupaciones y de nuestra práctica social, y no son asuntos ajenos a nuestro trabajo docente. Gran parte de la historia del SUTEP ha sido actuada al lado de la esas luchas, en los Frentes de Defensa, en los movimientos campesinos, en las luchas estudiantiles, en las gestas de los barrios en cada ciudad del Perú; hemos compartido, con muchos dirigentes populares, las mismas celdas de nuestros cancerberos de turno por defender nuestros derechos y los del pueblo y de la patria; no son pocos los maestros comprometidos directamente con la lucha de los indígenas amazónicos y andinos. Esta orientación del docente peruano no puede abandonarse a cambio de la dedicación “a tiempo completo” a la denominada “formación continua”, que hoy se presenta como un objetivo más superior, inclusive, a la propia practica del proceso enseñanza-aprendizaje. No hay duda que los neoliberales buscan que los docentes peruanos entreguen todo su tiempo a “prepararse” al margen de las luchas sociales de nuestro tiempo, haciendo de la propia organización sindical una actividad marginal: el nuevo “apostolado” al servicio de los explotadores de turno.
Sexto, la necesidad presente y futura de una nueva alternativa de educación para el Perú, una nueva educación que logramos perfilar en el Proyecto de Ley General de Educación y Cultura en 1992, cuya vigencia es mayor en la medida en que la reforma educativa neoliberal, parchada hasta el cansancio por los últimos dos gobiernos del presente siglo, ha demostrado su inutilidad para superar la crisis de la educación peruana. No es posible que abandonemos nuestro proyecto educativo a cambio del denominado Proyecto Educativo Nacional que el inútil Consejo Nacional de Educación “vendió” al actual gobierno aprista, conociendo, como se conoce, que detrás de este documento, se impone la Ley General de Educación (No. 28044) aprobada por el gobierno de Alejandro Toledo. Por lo demás, el PEN del CNE no se opone a la reforma educativa neoliberal. La lucha por una nueva alternativa de educación en el Perú supone, obligadamente, enfrentar a todas las políticas neoliberales, como el recorte del presupuesto a la educación; los demagógicos y elitistas “colegios emblemáticos” y el “colegio mayor”; la municipalización de la educación; las evaluaciones estandarizadas a maestros y alumnos; los amañados concursos de maestros y las mediocres capacitaciones y monitoreos; la tercerización del trabajo administrativo y pedagógico del Ministerio de Educación; el currículo impuesto desde 1995 para la educación básica, parchada en el 2001, 2005 y 2009; la apertura al financiamiento privado en educación mediante el Decreto 882; la engañosa Carrera Pública Magisterial que establece la Ley 29062 y que liquida todos los derechos de la profesión docente, destruyendo esta profesión; la desprofesionalización de la labor docente al autorizar a cualquier profesional desocupado que la ejerza con una simplista preparación en “metodología”, etc. Un aspecto importante de la lucha pedagógica es la intervención del gremio en la elaboración de los proyectos educativos regionales desde una perspectiva renovadora y no reproduciendo los lugares comunes del proyecto educativo neoliberal que desde Lima y del Banco Mundial se están imponiendo a través de las direcciones regionales de educación de cada región. La lucha pedagógica es una necesidad y, a través de ella, la lucha ideológica y política en el plano de la educación. Sólo desde esta perspetiva cumplirá su pañel el III Congreso Pedagógico Nacional convocado por el actual CEN del SUTEP para el mes de agosto del año en curso.
Sétimo, la organización sindical de los maestros, sobre bases clasistas, sigue siendo una necesidad para la defensa de la profesión docente, que incluye la lucha por la recuperación de los derechos conculcados en estos 20 años de neoliberalismo en el Perú. Es el SUTEP, con todas sus debilidades actuales, el único sindicato que representa los intereses de los maestros. Su recuperación programática y organizativa constituye una tarea de primer orden en el momento actual. Valiosos dirigentes en Lima y provincias siguen pugnando por fortalecer el gremio, y están exigiendo una reorientación de su conducción al observarse que durante los gobiernos de Toledo y Alan García el SUTEP ha perdido la iniciativa para enfrentar a la reforma educativa neoliberal que tiene, como uno de sus objetivos, debilitar y destruir el SUTEP, dividirlo o paralelizarlo, como está procediendo con el gremio de Construcción Civil y con AIDISEP. En el caso del SUTEP juegan un papel de factores de mayor debilitamiento el engendro senderista del CONARE, papel que siempre ha jugado SL desde la fundación del sindicato; y el Colegio de Profesores del Perú, Caballo de Troya para sustituir el papel del sindicato por una organización que supuestamente resolvería los problemas de la educación y de los maestros, como si los colegios profesionales existentes hayan resuelto los problema de su correspondiente sector de origen. Una inadecuada concepción en el manejo del Colegio de Profesores derivó en una polarización de los maestros, con algunos puntos de ventaja para uno de los candidatos, pero que había dado la oportunidad a los dueños y/o administradores de las escuelas privadas o por convenio, atizar su oposición al SUTEP en la cabeza de la lista presentada, como propia, por el gremio. El magisterio peruano no puede caer en la ingenuidad de que con el Colegio de Educadores conseguirá sus reivindicaciones. Por su parte, los senderistas, uno de los factores que han propiciado la desorganización de las masas con su teoría fundamentalista de la violencia y su concepción infantil de los sindicatos y de la lucha política, constituyen un factor perturbador de la organización clasista de los trabajadores, y no solamente en el magisterio. En las universidades estatales no hacen más que demostrar su calidad de peones de la reacción al agitar “amnistía para Abimael Guzmán Reynoso”, dando oportunidad para que Alan García invada San Marcos, que es lo que también anhelan los senderistas.
Por un Perú nuevo.
Maestros peruanos:
El Perú no ha cambiado en lo fundamental. Las clases dominantes siguen siendo intermediarias y beneficiarias del poder que ejerce sobre nuestra economía el capitalismo extranjero. Quienes hoy se preparan nuevamente para seguir gobernando nuestro país son los mismos gobernantes de siempre, o “nuevas caras” con las mismas ideas y con los mismos intereses. En las regiones y en las instancias municipales la situación no es diferente. Hasta sentenciados por dolo contra los bienes del Estado vuelven nuevamente a tentar el poder, directamente o a través de testaferros.
En un contexto nacional de debacle de la “democracia” republicana, tantas veces criticada por su corrupción y sometimiento a intereses oligárquicos, se impone la necesidad e recomenzar la forja de una nueva alternativa progresista, de izquierda, que tenga en el socialismo su fundamento ideológico y político. El trabajo fundador de José Carlos Mariátegui sigue siendo el paradigma de lo que se requiere nuevamente en el Perú, recogiendo las tradiciones de lucha de nuestro pueblo.
Los maestros, sin dejar de luchar por sus reivindicaciones y por una nueva educación en el Perú, tienen un rol que cumplir en esta gran tarea histórica.
Que el día del maestro sea, con mayor fuerza, uno de lucha y de profunda reflexión sobre el Perú y su destino. Es, en gran parte, nuestra responsabilidad.
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