Sólo vamos a tocar el tema de la historia de la educación peruana, limitándonos al período republicano, que es el que está vigente, en crisis, sometido a una crítica aparentemente radical, como la que dice que “está en el sótano”, pero que al mismo tiempo, quienes la realizan, apoyan todas las políticas gubernamentales que vuelven más profundo el aludido sótano. Su crítica parte de los puntajes obtenidos por los estudiantes que son sometidos a evaluaciones estandarizadas elaboradas por ciertos organismos internacionales con dudosos objetivos, sin considerar los aspectos integrales de la educación.
La educación prehispánica y la educación colonial merecen también nuevos enfoques, al igual que la educación indígena amazónica, con sus características propias, aun cuando la influencia de la educación colonial, primero, y la republicana, luego, han introducido nuevos elementos ideológicos y nuevos valores sociales en el proceso de aculturación de más de 500 años.
La educación republicana ha sido objeto de muchos enfoques, algunos referidos a la cronología de políticas educativas plasmadas en leyes y reformas, sin una visión crítica de los procesos. Son las que más abundan y forman parte de la formación de los docentes. En otros casos, como el ensayo de José Carlos Mariátegui en su obra fundamental sobre el Perú, el análisis es profundamente crítico, desde una perspectiva marxista, no propiamente una historia de la educación sino una sociología histórica de la educación peruana republicana hasta la década de los 20 del siglo pasado. Un estudio imprescindible es el de Jorge Basadre a través de su Historia de la república, un registro con notas de interpretación que constituyen material obligatorio para tener una idea general de la evolución de la educación peruana republicana. Los dos autores citados, desde luego, no agotan la abundante literatura sobre el tema, pues tenemos al extinto maestro Emilio Barrantes, por ejemplo.
A partir de los 70 del siglo XX, con motivo de la reforma educativa de la dictadura militar instalada el 3 de octubre de 1968, los análisis han sido más abundantes, así como los del período neoliberal que estamos viviendo desde 1990.
La herencia colonial
Una primera cuestión que debe plantearse para referirse a la educación peruana republicana es la permanencia de la herencia colonial, en cuanto la propia cultura peruana dominante arrastra ese pasado de conservadurismo que ninguna reforma educativa ha podido superar. La única propuesta verdaderamente liberal de educación que pretendió eliminar los valores coloniales en la educación peruana fue la de José Antonio Encinas, que enfrentó resueltamente los elementos clericales, el autoritarismo y el intelectualismo de la escuela, en las primeras décadas del siglo XX.
Una crítica liberal a la educación republicana conservadora fue la de don Manuel Vicente Villarán desde fines del siglo XIX, centrando su crítica en esa tradición clerical y oficinesca en la formación de profesionales, a los cuales se les preparaba al margen de una moderna economía productiva, tecnológica y ligada al desarrollo del país.
Durante todo el siglo XX, quienes se han ocupado seriamente de la educación peruana y su evolución, no han dejado de señalar los rasgos arrastrados del virreinato: conservadurismo axiológico, enciclopedismo, escolasticismo, memorismo, principalmente.
A nuestro entender, las características mencionadas definen una educación detenida en el tiempo medieval. Pero lo más absurdo ha sido que esa crítica no ha concentrado suficientemente su atención en los elementos programáticos que una educación moderna debía de desarrollar en pleno siglo XIX y, con más compromiso, en el siglo XX, siglo de grandes movimientos pedagógicos que lograron revolucionar la escuela en no pocos países, tanto del mundo capitalista como del mundo socialista, como una tendencia a la universalización de la educación concebida como derecho de los pueblos.
Lo anterior nos permite señalar que la educación peruana republicana carece de los elementos de la modernidad que se expandió a partir de la Revolución Francesa de 1789. Es que una educación que seguía alimentándose de la herencia colonial, carecía de la capacidad para desarrollar los elementos de toda educación moderna, como la educación no confesional o laica, la educación científica como uno de los ejes del currículo, la coeducación como elemento democrático en la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la educación popular como expresión de la democratización de la cultura, la planificación de la educación y la escuela pública única como el único instrumento institucional para la gratuidad y la universalización de la educación.
¿Qué impidió que la educación peruana republicana pudiera desarrollar los elementos de la educación moderna que naciera en los países más desarrollados de la Europa occidental? He aquí la pregunta fundamental para hurgar en el origen de nuestra larga crisis educativa. La crisis que hoy vivimos no es nueva ni tan diferente a las que afloraron en el pasado y que fueron respondidas con sendas reformas educativas, cada una sumergida en el fracaso más rotundo. La crisis de la que hablamos puede definirse como la incapacidad de superar la herencia colonial de la dominación española, pero también la impotencia para hacer frente al neocolonialismo al que estamos atados desde hace décadas. Ambos tipos históricos de dominación han convertido a nuestra educación en instrumento de reproducción del subdesarrollo cultural y la dependencia de valores ajenos a nuestro pueblo y a nuestro destino histórico.
Desde hace años, mientras contribuimos a elaborar el proyecto educativo del SUTEP, y sistematizando las investigaciones de los nuevos historiadores peruanos, hemos afirmado que la crisis de la educación peruana tiene raíces históricas y estructurales. Las primeras, producto del “síndrome virreinal”, de la permanencia de los valores de la educación y cultura coloniales que las clases dominantes han venido conservando para servir a sus intereses de clases parasitarias, sin un proyecto nacional de desarrollo e integral que haga posible un país democrático, soberano, descentralizado, próspero y desarrollado.
Las raíces estructurales tienen que ver con una educación asentada en una economía atrasada, sin desarrollo de las fuerzas productivas, un Estado antidemocrático y profundamente centralista; con una economía agraria basada en la propiedad terrateniente hasta la primera mitad del siglo XX, por lo menos. Con una estructura de la economía, de la sociedad y del Estado, desfasados del desarrollo moderno, era imposible una educación renovada. Quienes consideran que la educación del pasado fue mejor a la de hoy, o no conocen la historia, o conociéndola, tratan de justificar hoy las políticas neoliberales para destruir la escuela pública y la profesión docente, nuevas condiciones para la penetración de los valores de la cultura imperialista dominante, a la vez expandir la educación privada.
La crisis educativa de hoy no puede, pues, definirse por la responsabilidad de los maestros, como vienen proclamando los neoliberales. Los maestros son responsables de lo que hacen en las aulas, pero bajo ciertas condiciones materiales y del contexto cultural y social que enmarca a la escuela en su conjunto. ¿Quién definen los fines y los objetivos de la educación y sobre qué visión del Perú? ¿Quién elabora las leyes educativas? ¿Quién diseña y establece los elementos curriculares y metodológicos que los maestros están obligados aplicar en las escuelas? Estas preguntas, tan razonables como sencillas, nos remiten a una interpretación más integral de la crisis educativa, de sus principales responsables. Maestros y estudiantes, en gran parte, son también las víctimas de la crisis, no sus causantes. Si hay una gran responsabilidad que debe atribuirse a los maestros, es no promover, desde las aulas, la formación de una nueva conciencia para cambiar el país, y también no impulsar suficientemente la organización política del pueblo para luchar por el poder del Estado. Esta es la responsabilidad de la que hablaba José Carlos Mariátegui.
Hitos en la lucha por una nueva educación en el Perú
A lo largo de la vida republicana, no obstante las conservadoras políticas educativas de los gobernantes peruanos y sus asesores extranjeros, se han producido en nuestro país importantes movimientos pedagógicos de orientación renovadora. Sumariamente vamos a señalar los más importantes.
Desde fines del siglo XIX, bajo la influencia del movimiento social que llegaba de Europa, en el Perú aparecieron iniciativas renovadoras sobre el derecho de las mujeres a la educación, no solamente elemental, sino profesional. Este movimiento removió el espíritu conservador de la oligarquía peruana desde una perspectiva liberal. El movimiento feminismo de principios del siglo XX aceleró esta tendencia hasta convertirse en una lucha por los derechos políticos de la mujer. Pero fue un movimiento minoritario que no pudo romper el proceso colonial de la educación separada de los sexos, problema que aún tenemos en la actualidad, y no en pequeña proporción, a tal punto que en Lima hay una Universidad “para señoritas”. Al movimiento a favor de la educación de la mujer y su derecho a la emancipación, la oligarquía enfrentó en las escuelas secundarias con el curso de “educación familiar” bajo los parámetros de una orientación conservadora, basada en la vida familiar tradicional y sus modales, como se observa en los textos de Irene Silva de Santolalla.
Al lado del movimiento obrero peruano, desde fines del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX, aparece la educación popular como un movimiento que promueve la formación cultural de los trabajadores con la participación de los intelectuales, estudiantes de la Federación de Estudiantes del Perú, recogiendo los valores de las clases oprimidas del ande y de la costa. Es una educación ligada a las luchas por las reivindicaciones económicas y sociales del pueblo, en la que tuvo un papel importante don Manuel González Prada, quien orientó, en gran parte, la inicial prensa obrera, las asambleas y los actos culturales. La creación inicial de las Universidades Populares “Manuel González Prada”, por acuerdo explícito de la FEP, fue un hecho de gran importancia, pues en ellas José Carlos Mariátegui pudo intervenir con sus magisteriales exposiciones sobre la crisis mundial con una visión diferente a las que ofrecía la burguesía internacional y los periódicos peruanos de la derecha. El papel inicial de las UPGP fue tergiversado posteriormente al habérsele convertido en un lugar de proselitismo político del APRA de Haya de la Torre.
Hay que tener en cuenta el aporte de José Carlos Mariátegui con el movimiento de la educación popular y su orientación hacia la formación de la conciencia obrera para la transformación social del Perú. Su revista fundamental, Amauta, fue una especie de faro para la formación de una nueva conciencia social en el Perú, a la que agregó la revista obrera Labor, orientada a impulsar la organización y la lucha del proletariado peruano. Sus artículos editados como libro en Temas de educación, son fundamentales para comprender el significado de la educación pública, la libertad de enseñanza, la educación democrática y la relación entre la educación y la economía.
Bajo el influjo de los movimientos de renovación social, surge en el Perú el movimiento de la Reforma Universitaria en 1919, como parte del primero que estalló en Córdova, Argentina, en 1918, una eclosión de los sectores de la pequeña burguesía empobrecida y marginada de la educación superior, que buscó la apertura de la Universidad a los sectores populares, una lucha por la democratización de la educación. En ese movimiento jugaron un rol preponderante muchos intelectuales de izquierda y progresistas, incluso desde fuera de las universidades. Las conquistas de ese movimiento siguen siendo válidas, a condición de situarlas en una nueva trayectoria de lucha por la transformación del país. Es de lamentar que hoy, la universidad que encabezó la lucha estudiantil de 1919, la gloriosa Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se encuentre sometida a las ambiciones y a la mediocridad de grupos docentes y estudiantiles que han hecho del poder administrativo-económico su única razón de ser.
El movimiento de la escuela nueva que se desarrollaba como un requerimiento de la segunda revolución industrial y de la ciencia y tecnología modernos, fue asumido por José Antonio Encinas, quien, además, consideró de gran importancia los aportes de la educación sociales que se desarrollaba en la URSS luego de la revolución de octubre de 1917. Este movimiento fue, hasta cierto punto, combatido por los intelectuales de la oligarquía, la que sólo tuvo en cuenta los aspectos formales de la escuela nueva, sin desarrollar sus elementos modernos y renovadores. El espíritu conservador y elitista de Alejandro Deustua, se impuso en toda la línea.
Parte del movimiento de la escuela nueva fue introducida, tardíamente, en la década de los 50, como la metodología del “estudio dirigido” que don Carlos Salazar Romero encabezó, llegándose a convertirla en el instrumento didáctico en las aulas, principalmente de la educación secundaria. En esta misma tendencia se crean las Grandes Unidades Escolares que buscaron convertir a este nivel educativo en un proceso de educación que integrase las humanidades con las especialidades tecnológicas de la industria, la agricultura y el comercio. Su lado negativo fue seguir manteniendo, a través de la “Secundaria Común”, esa formación estrictamente enciclopedista y teorética, ofreciendo la imagen de una educación técnica propia de las clases marginales, mientras que la “común” se orientaba a la Universidad, a la academia, con sus connotaciones de educación “más importante”.
La reforma educativa de los 70, bajo el liderazgo intelectual del filósofo y educador Augusto Salazar Bondy tuvo importantes elementos renovadores, principalmente en la estructura del sistema escolar, el concepto y estructura de la educación básica, la orientación integradora y multidisciplinaria del currículo y la necesidad de integral el estudio con el trabajo. Pero la vieja tradición conservadora y su adaptación a los intereses de una burguesía industrial-financiera, que era, en realidad, el trasfondo de las “reforma estructurales”, más el espíritu autoritario de la dictadura militar, predominaron en dicha reforma. Al fracasar el proceso de las reformas, el de la educación se convirtió en una formalidad. ¿Qué iba a producir una reforma educativa auspiciada intelectualmente por el filósofo Salazar Bondy y sus colaboradores si en el Ministerio de Educación ejercían el mando militares que poco o nada comprendían lo que los reformadores estaban planteando?
Con el fracaso de la reforma de los 70, la crisis actual de la educación peruana se acelera y se convierte en uno de los problemas más candentes del Perú contemporáneo. El neoliberalismo que hoy nos domina, y no sólo en el campo educativo, encontró un gran vacío para imponer sus parámetros fondomonetaristas, su pragmatismo y sus orientaciones tecnocráticas y privatizadoras.
Finalmente, como una propuesta diferente y opuesta a la reforma educativa neoliberal, el SUTEP, en 1992, elaboró un Proyecto de Educación y Cultura sobre la base de unas 13 tesis educativas que definen la crisis de la educación y las propuestas de tipo pedagógico general. Los neoliberales y sus periódicos han hecho todo lo posible por ocultar esa alternativa. Incluso algunos educadores que se autodefinen como renovadores, como es el caso del que fuera propietario de la escuela privada “Los Reyes Rojos”, llegó a afirmar que el SUTEP no tenía proyecto educativo. Lo que en realidad quería decir el propietario era que no le gustaba el proyecto del SUTEP porque en éste no tiene cabida la educación privada.
La educción peruana en crisis, bajo la hegemonía del pragmatismo pedagógico neoliberal, ha convertido al sistema escolar peruano en un caos. Los gobiernos regionales no hacen más que reproducir ese caos. Las universidades públicas languidecen, mientras las privadas siguen su marcha hacia la proliferación del negocio.
Un nuevo movimiento por una nueva educación es más que un llamado: es una necesidad histórica.
Lima, junio 14 del 2010 amazonayahuascaramos@yahoo.es
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