José Ramos Bosmediano, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas, ex Secretario General del SUTEP .
(A los maestros peruanos, abnegados y dignos, en el Día del Maestro, 6 de julio, fecha gloriosa de fundación del SUTEP en 1972).
Los países de América Latina y el Caribe siguen siendo, en gran mayoría, los laboratorios de aplicación de las políticas neoliberales que la gran burguesía internacional, con su globalización y sus transnacionales, viene imponiendo desde la década de los 80 del siglo pasado y, con mayor intensidad y generalidad, desde los 90. Los gobiernos de nuestros países, casi sin excepción, han ofrecido las mejores condiciones para que el FMI y el Banco Mundial apliquen los postulados que elaboraron Milton Frieedman, Von Hayet y decenas de intelectuales más, reunidos en 1943 en un lugar hermoso de Suiza (Monte Peregrino), postulados que, desde 1973, con motivo de la crisis internacional del capitalismo, se empezaron a imponer en Estados Unidos e Inglaterra, para luego pasar a Chile, primer ensayo del proyecto neoliberal de largo plazo.
Como la crisis del capitalismo ha vuelto a estallar en el 2008, cuando en América Latina los movimientos populares y las fuerzas progresistas vienen cuestionando el proyecto, incluso con nuevas alternativas de desarrollo nacional, como en el caso de Venezuela y Bolivia, para citar sólo a los dos países que más abiertamente, al lado de Cuba, se enfrentan al imperialismo, la burguesía europea ha empezado a aplicar la “medicina” neoliberal que tanto daño está haciendo a nuestros pueblos.
El neoliberalismo, por tanto sus políticas, constituyen un proyecto de largo plazo y de carácter integral. Su objetivo central es salvar al capitalismo de su crisis, al tiempo que resguardar a los capitalistas de la disminución de la renta, de las tasas de ganancia. Para lograr ese objetivo diseñaron políticas económicas que tiendan a recuperar las ganancias perdidas y elevarlas, a costa de de los derechos económicos y sociales de los trabajadores y de los sectores medios, a los cuales someten al régimen consumista de bienes y servicios a través de las tarjetas de crédito y de créditos que están más allá de las posibilidades de sus ingresos. Cuando la burbuja crediticia estalla y los capitalistas se encuentran en la quiebra o al borde de ella, son los Estados, a los cuales consideran inútil para manejar la economía, los que les entregan millones de millones de dólares, euros o yenes para “recuperar” la quebrada economía neoliberal. Los culpables directos de la crisis son premiados.
Por ser un proyecto integral, el neoliberalismo abarca todo el espectro social de los servicios, los medios de comunicación, la cultura, la educación, la administración pública, el uso de las tecnologías de la información y la biogenética, sin dejar de elaborar una visión del mundo concentrada en la permanente competencia entre los hombres en un contexto, casi endiosado, de libre mercado, único motor del desarrollo, del bienestar y de la felicidad, según reza el credo neoliberal.
Desde la teoría neoliberal, una condición primera para manejar bien la economía y todas las demás actividades es reducir el poder del Estado a lo mínimo (“Estado mínimo”), imponiendo la privatización de la economía y todos los servicios. Sólo por convenir a la acumulación de divisas y mantener un ingreso permanente para la caja fiscal, algunos estados, como Brasil, Chile y México, lograron mantener algunas empresas relacionadas con los hidrocarburos y los minerales. En el caso del Perú, se desmantelaron todas las empresas estatales, dejando algunas reducidas a su mínima expresión, como ocurre con PETROPERÚ y ENAPUPERÚ.
Políticas educativas neoliberales.
Como dijimos, fue en Chile donde el neoliberalismo empezó a realizar una reforma educativa a través del gobierno de Augusto Pinochet Ugarte, cuyos latrocinios se descubrieron cuando la muerte ya le acechaba, a diferencia de Alberto Fujimori que está preso por corrupción y asesinatos, aun cuando su prisión se parece más a un local partidario, con la miopía del gobernante de turno.
La reforma educativa neoliberal en Chile se empezó a poner en práctica entre 1980 y 1983, luego de un proceso de regionalización para aplicar la denominada descentralización de la educación, que hasta hoy no ha pasado de ser una desconcentración de funciones burocráticas, pues el gobierno central decide todos los aspectos sustantivos de la educación.
En términos concretos, las políticas educativas de la reforma neoliberal en Chile consistió en la privatización de las escuelas; en unos casos, entregando en propiedad a los privados; en otros, entregando a los privados la administración de las escuelas con un subsidio del Estado; y, en una tercera forma, entregando las escuelas a las municipalidades (municipalización de la educación). El objetivo no era otro que la reducción del gasto fiscal en educación.
La otra política fue la desregulación del trabajo docente, aplicando un sistema de evaluación estandarizada con la denominación de •”meritocracia”, término que llegó a convertirse en el cliché de todos los reformadores neoliberales, incluyendo a los epígonos peruanos. En la década de los 80 miles de maestros chilenos fueron despedidos del trabajo debido a la excedencia de maestros al matricular en una aula a un mayor número de niños, evidentemente para ahorrar recursos en salarios docentes. Eso mismo ocurre hoy en el Perú con la obligación de matricular no menos de 35 alumnos por aula.
La pedagogía no podía quedar al margen del manejo neoliberal. desde el planteamiento pragmatista tecnocrático de formar trabajadores para la economía de libre mercado, hasta el desarrollo de un currículo totalmente ajeno a la formación integral, encubierto con el discurso de la “calidad educativa”. Las pruebas estandarizadas aplicadas a los estudiantes para medir su aprendizaje, no resultaron motivadores para resolver la crisis de la educación en Chile. Luego de más de 15 años de aplicación del modelo, las pruebas PISA, que tanto han sido ponderadas por los neoliberales, dio como resultado que los estudiantes chilenos sólo obtuvieron un puntaje muy por debajo de los estudiantes de Cuba, país donde no hubo ninguna reforma neoliberal, ni mucho menos las reformas auspiciadas por el Banco Mundial en la década de los 60 del siglo XX.
Los gobiernos de la Concertación, entre 1990 y el 2009, no han logrado recuperar el nivel de la educación que Chile exhibía hasta la década de los 70. La exclusión educativa y su baja calidad son dos de los problemas que fueron creados por la reforma educativa de Pinochet. Hay una élite, ligada al dominio de la gran burguesía chilena, que sigue manteniendo su status en la educación privada, mientras la educación pública, que concierne a la mayoría de los chilenos, requiere ser, por lo menos recuperada, problema que en cada disputa electoral es tema de discusión y competencia, especialmente cuando en el 2006 la entonces candidata Michelle Bachelet, debió de denunciar que el 40 % de los niños chilenos no asistían normalmente a las escuelas. Y no se diga de lo que ocurre con la educación de más de un millón de indígenas chilenos, desarraigados de su territorio por la voracidad de las transnacionales de la madera y las hidroeléctricas.
Algunas otras experiencias:
Lo que ha ocurrido en las últimas dos décadas en los demás países donde se aplicó el “modelo chileno”, empezando por el Perú, no es sino el mayor deterioro de los sistemas educativos y un proceso de privatización de la educación. En un espacio limitado como el que tenemos para el presente texto, sólo podemos mencionar brevemente las experiencias más importantes.
Después de Chile, correspondieron a Brasil y a México aplicar las reformas neoliberales. Collor de Melo en Brasil, desde 1988 empezó a aplicar el modelo mediante la descentralización a través de los gobiernos estaduales, imponiendo salarios diferentes para los maestros según la capacidad de financiamiento de cada Estado: el Estado más rico, paga más; mientras los más pobres remuneran a los sus maestros con poco más del equivalente de 100 dólares americanos. Posteriormente, otros gobiernos, especialmente el de Henrique Cardozo, aplicaron las evaluaciones estandarizadas sin producir resultados positivos en la educación brasileña. Lo que ha quedado intacto en Brasil es su sistema de educación universitaria, de una apreciable calidad desde décadas atrás. Pero Brasil, ni en los tiempos de Lula Da Silva, ha logrado resolver las grandes desigualdades educativas y culturales que sufre la mayoría de la población. No nos olvidemos que Brasil y Chile son los países más desiguales, en términos económicos, sociales y culturales, de América Latina, seguidos hoy por el Perú.
El otro caso, muy lamentable, fue el de Argentina, donde el ex Presidente Saúl Menem empezó a municipalizar la educación en 1992, reduciendo el presupuesto nacional para la educación y la salud, lo que dio paso a un abandono de la educación pública, que obligó a los maestros a desarrollar una larga lucha que desembocó en la protesta general en los años 2000 y 2001, dando paso a los gobiernos de los Kirchner. Como lo dice la historia de la educación en América Latina, la educación Argentina fue una de las más avanzadas, acaso la más, con un sistema escolar casi universalizado y un nivel elevado de educación superior. La reforma educativa neoliberal debilitó seriamente ese proceso, que hoy se trata de recuperar.
¿Y México? Este país, desde su fundación como república liberal allá en la primera mitad del siglo XIX, y luego con el impulso de la revolución democrática de 1910-1918, logró un proceso educativo de carácter obligatorio, gratuito y laico, elevando hasta un nivel importante la universalidad de la educación primaria, con una educación superior envidiable a través de sus universidades estatales autónomas, especialmente la gran UNAM. Le correspondió al Presidente Salinas de Gortari iniciar, entre 1988 y 1992, la aplicación de la reforma educativa neoliberal, como parte de la firma del TLC con Estados Unidos y Canadá, reformando el artículo 3º de la Constitución mexicana para dar paso a la educación privada confesional. En los años siguientes los gobernantes mexicanos han venido propiciando la privatización de la educación y la aplicación de una política magisterial de salarios congelados, con evaluaciones estandarizadas. En estos momentos el gobierno de Felipe Calderón ha lanzado un nuevo Plan de Reforma de carácter neoliberal, modificando el currículo para adecuarlo mejor a los objetivos de la economía de libre mercado, con la complicidad de los máximos dirigentes del Sindicato de Maestros (SNTE), frente a los cuales los maestros democráticos y progresistas están levantando una alternativa a través de la Coordinadora Nacional de Trabajadores en la Educación de México (CNTE). Se trata de una lucha por dos objetivos: enfrentar a la reforma educativa neoliberal y defender los derechos profesionales de los maestros.
Con los ejemplos citados, es pertinente preguntarnos si en todos los países donde se aplicaron las reformas educativas neoliberales la crisis de la educación se ha resuelto, por lo menos en parte. La UNESCO viene informando que ocurre todo lo contrario. Las denominadas “metas del milenio” trazadas en el 2000 no hacen más que reiterar, estableciendo nuevos plazos, en las mismas tareas y responsabilidades que no se lograron hasta el 2000, excepto Cuba.
La profesión docente en los países de América Latina donde se aplicaron las reformas neoliberales ha sido hondamente vulnerada y deteriorada, como en el caso del Perú, donde se acaba de dar paso a la docencia regular a los otros profesionales que no tienen trabajo, pero que “están preparados para dar clases”, previa y eventual capacitación de 6 meses en “estrategias metodológicas”. ¡Adiós a la Pedagogía!
Felizmente, en algunos países observamos que una nueva alternativa es posible para superar los viejos problemas educativos que nuestras clases dominantes no han logrado en casi 200 años de “democracia” liberal.
El trabajo docente bajo las reformas educativas neoliberales se ha desmejorado, no por la incapacidad de los maestros, como pretenden hacer creer los reformadores y los gobiernos que los auspician, sino porque las condiciones de vida de la población, por ende de los niños, han sufrido un mayor deterioro.
El trabajo docente se desarrolla hoy en un contexto de “competencia” entre los propios maestros, de búsqueda de “incentivos” a través de concursos y evaluaciones. Las expectativas de los maestros, antes que tener como objetivo central enseñar, se orienta por el deseo de “capacitarse” y obtener más diplomas y grados académicos para superar las pruebas y obtener un mejor incentivo.
La profesión docente tiene hoy otro competidor: el profesional que, careciendo de trabajo, puede dedicarse a la enseñanza hasta cuando consiga alguna ocupación con mayor remuneración.
Si bien es cierto las políticas no son idénticas en todos los países donde campera el neoliberalismo, la orientación común es adecuar el sistema educativo a la economía de libre mercado. En este marco, la educación pública y la carrera pública magisterial salen perdiendo.
Lima, Junio del 2010
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