miércoles, 5 de agosto de 2009

Optimismo del ideal, pesimismo de la realidad (III)

(Con motivo del mensaje presidencial y la realidad peruana actual).

José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en América (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP.


El asistencialismo como "combate a la pobreza" y las cifras del engaño.

Con el neoliberalismo nos trajeron el denominado “combate a la pobreza”, como mecanismo de amortiguamiento, en los sectores más marginados de la sociedad, de los efectos empobrecedores de las “reformas estructurales” y sus políticas de shock, algo así como las reformas preventivas de los 60 y 70 del siglo pasado, auspiciadas por Estados Unidos, para contrarrestar la ola socialista de aquellas décadas.

Las clases sociales fueron sustituidas, en la teoría sociológica neoliberal, por el término “sectores”, usando las letras mayúsculas A, B, C, D y E, con una referencia muy especial a los “más pobres”.

Durante su primer gobierno el presidente García imaginó una pirámide social en la que los trabajadores asalariados formaban parte de los sectores “privilegiados”, independientemente de sus ingresos y la relación de estos con las ganancias de los empresarios y de la alta burocracia estatal. Los empleados públicos en general y los trabajadores del sector privado carecían del derecho a aspirar reivindicaciones, pues había que atender a los que no tenían trabajo. Ese razonamiento se perfeccionó con la implantación del neoliberalismo en los 90 del siglo pasado y sus nuevos métodos para medir la pobreza, logrando enfrentar a los “más pobres” con los trabajadores.

El “combate a la pobreza” consiste, de acuerdo con las recomendaciones del Banco Mundial, en atender a los “más pobres”, sin atacar las causas de un hecho que es estructural y dejando postergados los derechos de los asalariados, a los cuales había que someterlos a evaluaciones para demostrar su ineficiencia y, por lo tanto, justificar el congelamiento y/o la reducción de sus salarios. Se introdujo, además, el sistema de contratos como la modalidad principal de empleo.

Para el neoliberalismo son pobres solamente aquellos que tienen no más de 250 soles mensuales de ingresos. Combatir esa pobreza significa distribuir gratuitamente alguna dieta alimenticia a través de los programas de los comedores populares y el vaso de leche, a lo que se agregó, desde el régimen del presidente Alejandro Toledo, el programa “Juntos”, que hoy entrega 100 soles mensuales a las familias “más pobres”, monto que debe garantizar que dichas familias envíen a sus hijos a la escuela y a los centros de salud. En lugar de crear las condiciones para el trabajo adecuadamente remunerado se apela al más burdo asistencialismo, política de vieja data en el Perú. Si se considera que todo aquel que se beneficia con la entrega de alimentos y de la insignificante suma de dinero, entonces la estadística de bajar la pobreza al 36% es correcta. Pero en la realidad esas personas “beneficiadas” con el asistencialismo no dejan de seguir siendo pobres. Al contrario, en la medida en que dependen de esa distribución para supervivir, su comportamiento se vuelve cada vez más asequible con los gobernantes de turno, creando en esos sectores populares una concepción alienada de la existencia social, útil para fines electorales, como ocurre con la adhesión de un sector de esa población a la candidatura de la hija del ex dictador Fujimori.

Al asistencialismo directo para “combatir la pobreza” se agrega la realización de pequeñas obras en los pueblos y distritos populares de las principales ciudades, agregando ahora los “núcleos ejecutores” que manejarán 500 mil soles en cada ejercicio presupuestal.

Para los neoliberales, por tanto, para el actual gobierno, no son pobres los profesores, ni los policías, ni los demás sectores asalariados. Su medición de la pobreza reduce la comparación hacia abajo, en un país donde las desigualdades entre ricos y pobres se han profundizado en los últimos 20 años, como ha ocurrido en Chile y Brasil según el PNUD. El Perú es hoy, al lado de los dos países señalados, uno de los más desiguales en América Latina y El Caribe. El importante crecimiento económico de los años 2004-2007, cuyo factor principal es la economía primario-exportadora predominantemente minera, elevó solamente las ganancias de los empresarios, pero deprimió los ingresos salariales tanto de los trabajadores del sector público como del sector privado.

Desde una visión totalizadora del contexto, la pobreza, pues, no ha disminuido en el Perú. Incluso quienes aceptan que en Lima ha disminuido, afirman, con sobradas razones, que la pobreza se ha incrementado en las provincias del interior del país. Por las condiciones en que vive la mayoría de la población de Lima Metropolitana es evidente que la pobreza constituye una realidad que solamente se puede negar por intereses políticos.

El espejismo del consumo y los créditos.

Sin un ápice de cuidado en el manejo de los datos económicos, el presidente García ha dicho que “Para fortalecer el consumo, el crédito mantendrá su crecimiento. El crédito aumentó el 45% en último año, especialmente en provincias, donde creció el 54%”. Por supuesto que el crédito ha venido creciendo desde los últimos años de la década de los 90 del siglo XX, sobre todo los créditos a los empleados públicos para resolver los problemas urgentes de su supervivencia. Tanto los bancos como las cajas rurales en provincias, el Banco de la Nación y las demás instituciones de tipo financiero se están beneficiando con los intereses que perciben por cientos de miles de préstamos, principalmente a los trabajadores del Estado. A estos préstamos se debe agregar el incremento de las tarjetas de crédito. En conjunto, es casi la reproducción en pequeño de lo que ha ocurrido en Estados Unidos con los créditos de consumo y del inmobiliario que hizo estallar la “burbuja financiera”, generando un círculo vicioso de prestar para pagar deudas hasta empequeñecer, cada vez más, la capacidad real de consumo indispensable.

Es increíble que un presidente de la república se regocije del crecimiento en el uso de celulares en un país donde falta lo indispensable para la alimentación, la salud y el consumo de bienes culturales más trascendentes. Las operadoras de telefonía, los importadores y hasta las transnacionales que monopolizan la fabricación de esos artefactos deben estar muy agradecidos por la promoción (¿gratuita?) de su consumo masivo en el Perú. ¿Es esto signo de bienestar de la población? Para el presidente García, la vida consiste en gastar, consumir y volver a gastar: una concepción sanchopancista de la vida y de la sociedad.

La ilusión del primer mundo.

Según el escritor Julio Ortega, en la entrevista que hemos citado, el anuncio de que el Perú llegará a convertirse en un país del primer mundo en el 2021 constituye una de las afirmaciones “más irresponsables” que el presidente García ha hecho en su discurso. Pero en esta irresponsabilidad tampoco es original. Ya Fujimori había dicho que el Perú se convertiría en el “tigre” del Pacífico, un presunto futuro cuya plasmación seguirá esperando en su celda dorada.

El presidente García confunde sus fantasías demagógicas con la realidad de un país que no ha logrado aún sentar las bases estructurales para su desarrollo, como son una agricultura próspera para el consumo interno en lo fundamental; una industria nacional diversificada para la exportación de herramientas, maquinarias e insumos elaborados; un proceso de investigación y creación de ciencia y tecnología avanzadas; una disminución drástica de las desigualdades sociales y la eliminación del asistencialismo sobre la base del incremento de los índices del desarrollo humano. Basta mirar lo que se viene haciendo en Lima Metropolitana en materia de transporte masivo para darnos cuenta que los gobernantes no tienen ni idea de lo que es avanzar hacia la modernidad del apetecible, para ellos, primer mundo.

Según la afiebrada ilusión del presidente García, muy pronto el Grupo de los 8 (G-8) se convertirá en G-9 con la incorporación del Perú. Brasil tendrá que ser desplazado de esa posibilidad, al igual que la República Popular China y también la India. De país primario-exportador pasaremos a ser un país altamente industrializado, cuando nuestro presupuesto para la investigación científica y tecnológica para acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas materiales y humanas no llega ni a la mitad de lo que debemos invertir. Solamente este atraso, sin tener en cuenta las demás carencias en que vivimos, nos permite prever la imposibilidad de superar, en menos de 50 años, nuestra condición de país terriblemente a la saga de los desarrollados. Basta comparar el proceso de desarrollo planificado que sigue China desde 1950, con un proyecto que culminará el 2050, para darnos cuenta que lo anunciado por el presidente García no es sino un sueño de opio.

Sin producir cambios radicales en la estructura de la economía, del Estado y de la cultura, será imposible superar nuestro atraso histórico. El capitalismo que nos domina es la primera traba para ese desarrollo. La falta de una fuerza social y política que luche por ese cambio constituye un segundo factor limitante. No son con cantos de sirena como llegaremos al desarrollo de nuestro país. Mucho menos con gobiernos sometidos a los intereses capitalistas de la globalización neoliberal.

Todas las demás limitaciones del discurso presidencial se desprenden de los elementos que hemos señalado. La seguridad social, el derecho pleno a la salud, la reforma educativa, los derechos laborales, seguirán el proceso de deterioro en los marcos de la economía neoliberal que el gobierno aprista continúa implementando.

Algunas conclusiones y perspectivas.

1. El penúltimo mensaje presidencial del actual gobierno aprista ha sido una reafirmación del proyecto neoliberal que viene desarrollando, adobado con algunas medidas de tipo populista y de carácter efectista, pero sin tocar los privilegios de los grandes empresarios, particularmente de las transnacionales.

2. Las propuestas de reforma constitucional para introducir las segundas vueltas electorales para la elección de los gobiernos regionales y la renovación de los parlamentarios a mitad de su mandato, así como la eventual realización de un referéndum son maniobras diversionistas para encubrir el fracaso de la actual democracia burguesa y sus mecanismos de funcionamiento, así como para ocultar la corrupción que corroe al gobierno.

3. El objetivo central del gobierno aprista es desarrollar una política de reconquista de los gobiernos municipales y regionales utilizando los mecanismos asistencialistas-clientelistas a través de los “núcleos ejecutores” y el uso de más de 4 mil millones de soles para esa campaña de recuperación política electoral, toda vez que el nivel de popularidad del presidente Alan García y de todos sus funcionarios se viene deteriorando cada vez más.

4. Si bien es cierto que toda la derecha neoliberal y sus empresarios apoyaron la elección del presidente Alan García para evitar el triunfo del nacionalista Ollanta Humala el 2006, han formado parte del Gabinete Ministerial y trabajado juntos en el Congreso, recibiendo además los privilegios que siempre han reclamado, ante el panorama electoral que se ha abierto en el Perú para el 2010 y el 2011, ha empezado a buscar una alternativa propia que haga frente, en mejores condiciones, a una eventual candidatura cuya victoria podría poner en peligro la continuidad del modelo neoliberal que el gobierno aprista se ha empeñado en consolidar.

5. Para confundir a las masas la derecha neoliberal ha empezado a plantear una corrida hacia el denominado “centro” político, pues sabe perfectamente que su verdadera posición neoconservadora es crecientemente rechazada. Hasta el neoliberal Mario Vargas Llosa se presenta hoy como político de “centro”, hacia donde, según sus propias declaraciones, busca arrastrar al nacionalista Ollanta Humala.

6. La necesidad de una alternativa de izquierda socialista en el Perú es indiscutible frente al neoliberalismo y a las corrientes liberales que solamente proponen la “profundización de la democracia conquistada”. La alternativa de izquierda que el Perú y el pueblo necesitan para la conquista del gobierno y del poder requiere de un nuevo liderazgo político-programático que abra paso a la ruptura con el capitalismo en el Perú para establecer las bases del socialismo.

Lima, agosto del 2009

No hay comentarios:

¡ Apostemos por una nueva educación en nuestro país !
GRACIAS POR TU VISITA