Por. Luis Jacinto Cerna Cabrera.
Profesor bilingue: Español - Quechua.
Mi estimado Lucho:
Te saludo. Asimismo te agradezco
por la difusión de la carta que te envié con motivo de la muerte de nuestro
inolvidable amigo José Ramos Bosmediano. Esta muerte tan sentida no solo recibe
muestras de solidaridad de líderes, sindicalistas y políticos, sino de otros
profesionales que lo conocieron y han quedado consternados. He tenido la
ocasión de leer semblanzas acerca de su digna persona por parte de otros
escritores renombrados del Perú. Allí están los apuntes de Danilo Sánchez Lihón
y de Eduardo González Viaña. Es que no es para poco.
El aporte de José Ramos
Bosmediano a la educación peruana solo es comparable con el de su homólogo
Horacio Zeballos Gámez. Después de la muerte de los dos grandes líderes de la
educación peruana podemos afirmar, sin lugar a dudas, que aquel docente que se
encierra en las cuatro paredes de su aula ni de nombre merece llamarse maestro,
ni mucho menos aquellos que aprenden y hacen aprender su lección de memoria.
Esto ya linda con el analfabetismo. Maestros como Horacio y Ramos Bosmediano
nos han demostrado palmariamente, con su fecunda vida y con su gloriosa muerte
que el maestro debe proyectarse a la comunidad, que la teoría debe
complementarse rigurosamente con la práctica, tal como lo ha planteado Karl
Marx.
Debemos saber que las mejores clases son aquellas que se imparten fuera
del aula, en las calles, en los pasadizos, en las asambleas de padres de
familia o de la comunidad, en las distintas celebraciones del pueblo, en los
trabajos colectivos, en las entrevistas radiales y televisivas, en las luchas
del pueblo, etc. Si las actividades de aprendizaje teóricas no tienen este
complemento, no es maestro quien las desarrolla, no es un ejemplo que se debe
seguir, y, por tanto, aquel no pasa de ser un simple homúnculo. Lamentable sociedad
la que tiene ese tipo de "maestros". Por ello, no nos cansaremos de
elogiar al c. José Ramos Bosmediano,
nuestro exsecretario general del SUTEP y asumiremos el compromiso
inquebrantable de seguir su ejemplo siempre.
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