Introducción
Una compañera de trabajo, al informarse que estudiaba
filosofía, me abordó y me dijo con voz compasiva: “no pierdas tu tiempo amigo,
estudia algo que sirva”.
Esta es una metáfora de lo que la gente piensa de la
filosofía, pareciera que dedicarse al quehacer filosófico no sólo es un pasa
tiempo en el imaginario de nuestros conciudadanos, sino, sobre todo, que
simplemente no sirve o más bien no les sirve.
El objetivo de este ensayo es precisamente lo contario; que
la filosofía hoy más que nunca, no sólo en nuestro país, sino en el mundo
entero es urgente, para desvelar los mecanismos de injusticia e impunidad
protagonizado por instituciones que tienen licencia para delinquir.
Para esto es necesario que la filosofía sea practicable, que
aborde problemas reales que aquejan a nuestro pueblos, que ponga los pies en la
tierra y camine por las calles desafiando los obstáculos que vulneran y niegan
la vida de las grandes mayorías de nuestros pueblos.
Filosofía ¿para qué?
El término filosofía ha sido empleado de múltiples maneras
hasta caer en la definición ridícula de que filosofía es igual a pensar y, de
esta manera postular que todos los hombres son filósofos o peor que cada uno
tiene una filosofía. Pensar es una cosa, pero pensar críticamente y con
claridad es otra.
En lo que a mí respecta, usaré el término filosofía como una
actividad humana, una forma de orientar el pensamiento, depurado de todo
residuo supersticioso, que sirve para pensar la vida y vivir el pensamiento,
para tomar las riendas de nuestra vida, de la historia con nuestras manos.
En este sentido seguiré la línea del filósofo francés Michel
Onfray cuando afirma que “La filosofía proporciona medios para dominar nuestro
destino, para convertirnos en los actores de nuestra existencia, para
liberarnos de miedos inútiles y paralizantes y no abandonarnos, atados de pies
y manos, como niños, a los mitos de ayer y hoy”[1] .
Los filósofos no somos unos tipos distraídos desligados de
la realidad y de los procesos históricos, ni mucho menos unos tipos raros y
extraños que andan fantaseando por la vida como muchas veces piensan o intentan
hacer creer los detractores del pensamiento filosófico y promotores de la sin
razón, la magia, el mito y la religión.
Pueda que resulten extraños, pero porque son tal vez los
hombres más involucrados con los problemas reales de la vida, porque los
filósofos incomodan lo que ya está dado por supuesto, porque precisamente hacen
preguntas incomodas para quienes detentan el status quo: “¿por qué la gente
muere de hambre en este mundo, si la tierra tiene la capacidad para alimentar a
12 mil millones de seres humanos y apenas somos un poco más de la mitad?”[2] ¿Por qué hay tanta injusticia y corrupción? ¿Por qué
hay unos que tienen tanto y otros tan poco? ¿Por qué nuestro país o nuestro
departamento están gestionados de tal forma y no de otra? etc. Son preguntas
fundamentales que toca a la filosofía pensarlas críticamente para desvelar la
verdad escondida bajo la alfombra florida de los discursos oficiales de los que
gobiernan el mundo.
Muchas veces se dice que hay que decirle la verdad al poder
o a los poderes que dirigen nuestros pueblos, considero que al que hay que
decirle la verdad es al pueblo, porque el poder sabe muy bien lo que hace y lo
que omite; los pueblos necesitan saber la verdad, necesita poder explicarse de
forma racional, crítica y sencilla los fenómenos naturales y sociales, el
estado precario, vulnerable de su situación para que a partir de la toma de
conciencia de su situación, intenten alternativas de resistencia, de cambios
individuales y colectivas autónomos.
Es por esto que se debe enseñar filosofía o mejor dicho
siguiendo la exhortación de Kant, se debe enseñar a filosofar; porque la
filosofía tiene algo que decir; porque el mundo entero está organizado de tal
manera que no nos permite pensar nuestros problemas para cambiarlos, porque hoy
más que nunca es urgente pensar nuestra situación personal y colectiva, nuestro
país necesita pensar, necesita salir de todo mecanismo que distrae a nuestros
ciudadanos a través del espectáculo infinito de la mediocridad, promocionado
por las iglesias, las escuelas, las universidades, los medios de comunicación,
etc. En general, en la mayoría de ellos se trabaja para volver “estupiditos”[3] a la gente: las religiones a través de sus pastores,
curas, monjas, obispos se ocupan de vaciar los cerebros y fabricar “idiotas”[4], mientras que algunas universidades toman el relevo
para llenar los cerebros con clichés, prejuicios, dogmatismos, y volverlos
eximios sirvientes que el sistema demanda para hacer funcionar el mercado.
Generalmente los voceros de los que detentan el poder, no
dicen la verdad real sino la verdad oficial, la verdad disfrazada, maquillada
con eufemismos que el poder quiere que sepamos, confundiendo niños con enanos o
cima con sima. Porque hay un enorme sistema que piensa que nos ahorra la tarea
de pensar por nosotros mismos y nos dicta lo que debemos hacer y no hacer, es decir
en palabras del filósofo Heigdegger: “vivimos en estado de interpretados”: no
pensamos; somos pensados, no hablamos; somos hablados por el sistema, no
elegimos, otros eligen por nosotros. Nuestra subjetividad ha sido colonizada,
somos una especie diría Michel Foucault de “sujetos sujetados”, por los medios
de comunicación, por el poder político, económico, religioso; por el mercado,
por ese fenómeno denominado consumismo; es decir que el sistema económico
actual ha mercantilizado absolutamente todo, todo lo que toca lo vuelve
mercancía al servicio del bolsillo más exigente.
Nos crean la necesidad pero al mismo tiempo nos fabrican el
producto que calmará nuestro insaciable deseo; es decir que nos fabrican la
enfermedad pero también nos venden el antídoto, nos crean el problema
(gratuitamente) pero luego nos ofrecen la solución al problema con la única
diferencia que a cambio hay que dar dinero; de esta manera el individuo
adquiere el estatus de ciudadano rentable de acuerdo a los parámetros de las
denominada sociedades modernas, diseñadas por los señores del mercado y las
finanzas; patrocinados por organismos de rango internacional, como el Fondo
monetario internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del
Comercio, para quienes “es infinitamente más grave violar una regla de comercio
internacional que un derecho humano”[5] que han condenado al anonimato a millones de seres
humanos considerados no rentables para sus intereses, mutilando el “pienso
luego existo” cartesiano y metiendo de contrabando como es la lógica de su
accionar el “consumo luego existo” como requisito para entrar en la estadística
del sistema.
De aquí que la filosofía necesita salir del museo de las
ideas, encarnarse, vitalizarse y “salir a la calle, al riesgo (…) hacerse
urbana sucia. Habitando una vez más el barro de la historia”[6], porque es urgente oponer la cultura a las fuerzas
sombrías, el pensamiento al servicio de la insumisión, el saber en contra de la
ignorancia, la verdad como enemiga de la mentira, la filosofía al servicio de
inteligencia.
En este sentido la filosofía tiene mucho por hacer porque el
objetivo, parafraseando a Nietzsche sigue siendo hoy más que nunca “perjudicar
la estupidez” que siempre ha sido el enemigo principal y declarado de la razón
y de todo intento pensamiento crítico, libertario y autónomo.
Una rápida mirada a la realidad de nuestras instituciones
bastaría para darnos cuenta que sigue vigente la sentencia que hizo Manuel
González Prada hace ya un siglo, que “para merecer el título de buen ciudadano
y figurar en la clásica nómina de los hombres cuerdos, se necesita conformarse
a los usos y prejuicios de nuestro tiempo, venerando los absurdos de la
religión en que se nace, justificando las iniquidades de la patria en que se
vive”[7].
En consecuencia, la filosofía o sea el filósofo hoy tiene un
enemigo con el cual luchar, el oscurantismo y; un objetivo por alcanzar, el
pensamiento crítico y la autonomía de la razón. La reflexión libre y
desembarazada de toda ligadura de dominación, capaz de expresar la vida en su
estado más puro, secuestrada desde hace siglos por la “historiografía
filosófica dominante de corte judeocristiano”[8] que ha modelado la subjetividad (pensamiento y
sentimiento) de los filósofos para convertirles en cómplices de ideas y
prácticas nefastas de los sectores hegemónicos, que han hecho de los países
pobres su basurero y han condenado a millones de hombres y mujeres a ser
rebaños humanos obligados a prostituirse. “Recordemos que las prostitutas (os)
no son dueños de sí mismos porque han sido desposeídos del uso independiente,
libre y autónomo de su cuerpo”[9] , así como hoy el empleado moderno ha sido desposeído
de sus fuerzas de trabajo para servir al vorágine apetito del capitalismo, hoy
denominado hipócritamente libre mercado.
Enseñar filosofía dada las circunstancias que vivimos, es un
deber moral para con la sociedad. Mucho más en nuestro país que desde el año
2002 con el gobierno del señor Alejandro Toledo, ha dejado de ser parte del
plan de estudio del bachillerato.
De aquí que, urge promover la práctica del filosofar, como
una actitud y una manera de pensar y vivir, exigente y rigurosa consigo mismo y
con la sociedad; haciendo que el quehacer filosófico se convierta en buena
noticia para las grandes mayorías explotadas, engañadas y en mala noticia para
los victimarios.
El filósofo de origen noruego Jostein Garder señalaba que,
“la filosofía es un elogio a la conciencia humana”. Reivindiquemos esta tarea
humanizadora de la filosofía y no dejemos que los detractores de la
racionalidad lo conviertan en su instrumento predilecto para legitimar su
estupidez.
Conclusiones.
La filosofía, es una forma de orientar el pensamiento
críticamente hacia pensar la vida y vivir el pensamiento, desligado de todo
maquillaje supersticioso, que busca la autonomía del ser humano respecto a los
dioses que el pensamiento débil nos inventa.
Para esto, es urgente salir de los cánones historiográficos
tradicionales (de corte judeocristiano) y abordar problemas reales de la vida
cotidiana de los seres humanos.
En consecuencia, uno de los enemigos declarados de la
filosofía contra el cual luchar, es el oscurantismo, encarnada históricamente
en la religión y otras instituciones que se promueven falsamente como
defensores de la racionalidad y la verdad.
Por tanto, la filosofía tiene que salir a las calles y
ensuciarse con los problemas humanos, de tal manera que el quehacer filosófico
no sea visto como una pérdida de tiempo o una actividad inservible, sino más
bien se convierta en buena noticia para las víctimas y en una amenaza para los
victimarios. Desde esta perspectiva, hacer filosofía hoy es un deber moral de
todos los que tenemos el derecho a elegirla.
Notas:
[1] Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía.
Barcelona, ADAF, p. 266.
2 Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que
les resisten. Paris, Fayard, p.3.
3 Sponville Comte, André (2005). Diccionario filosófico.
Barcelona, Paidós, p. 204. Falta de inteligencia: consiste en pensar como un
animal o, mejor, como se supone que piensan las bestias, o sea mal o demasiado
poco.
4 Ibid., p.268. Carencia extrema de la inteligencia.
5 Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los que
les resisten. Paris, Fayard, p. 50.
6 Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la
historia. Buenos Aires, Planeta, p. 13.
7 González Prada, Manuel (2004). Pensamiento y
librepensamiento. Caracas, Colección Claves de América, p. 105.
8 Onfray, Michel (2007). Filosofía, una responsabilidad
cósmica. El correo de la UNESCO, n° 9, p. 6.
9 Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona,
Anagrama, p. 103
Bibliografía
Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la
historia. Buenos Aires: Planeta.
González Prada, Manuel (2004). Pensamiento y
librepensamiento. Caracas: Colección Claves de América.
Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía. Barcelona:
ADAF.
Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona:
Anagrama.
Sponville comte, Andre (2005). Diccionario filosófico.
Barcelona: Paidós.
Zieglar, Jean (2001). Los nuevos amos del mundo y los que
les resisten. Paris: Fayard.
[1] Onfray, Michel (2001). Antimanual de filosofía.
Barcelona, ADAF, p. 266.
[2] Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los
que les resisten. Paris, Fayard, p.3.
[3] Sponville Comte, André (2005). Diccionario filosófico.
Barcelona, Paidós, p. 204. Falta de inteligencia: consiste en pensar como un
animal o, mejor, como se supone que piensan las bestias, o sea mal o demasiado
poco.
[4] Ibid., p.268. Carencia extrema de la inteligencia.
[5] Zieglar, Jean (2002). Los nuevos amos del mundo y los
que les resisten. Paris, Fayard, p. 50.
[6] Feinmann, Pablo (2008). La filosofía y el barro de la
historia. Buenos Aires, Planeta, p. 13.
[7] Gonzales Prada, Manuel (2004). Pensamiento y
librepensamiento. Caracas, Colección Claves de América, p. 105.
[8] Onfray, Michel (2007). Filosofía, una responsabilidad
cósmica. El correo de la UNESCO, n° 9, p. 6.
[9] Onfray, Michel (2011). Política del rebelde. Barcelona,
Anagrama, p. 103
Fuente:
diciembre 2011
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