sábado, 6 de agosto de 2011

Chile y la educación: El "ejemplar modelo" en crisis.

                                        José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red SEPA (Canadá), ex Secretario General del SUTEP (Perú).

Ya pasaron dos meses desde el inicio de la lucha estudiantil en la república de Chile, como exigencia  para que el gobierno del ultraderechista y archimillonario neoliberal Sebastián Piñera cambie el sistema educativo que sigue vigente desde que lo impusiera, bajo una dictadura terriblemente criminal, el ya fenecido General Augusto Pinochet Ugarte, que además demostró su “patriotismo” con un cuantioso robo a las arcas fiscales  de la patria de Gabriela Mistral, de Pablo Neruda y de una clase obrera que luchó desde el siglo XX contra el sistema de dominación capitalista.  

Durante toda la década de los 90 en el Perú, los diez ministros de educación que tuvo bajo su mando la dupla Fujimori-Montesinos no se cansaron de invocar el modelo de la reforma educativa chilena de Pinochet, continuada, durante 20 años, por la Concertación de “socialistas” y demócrata-cristianos, hasta que, cansado el pueblo chileno por una alternativa nada diferente en políticas económicas y sociales al modelo que heredó esa alianza, eligió a lo que podría llamarse aquí APRA-PPC-Fuerza 2011 y otros grupos neoliberales. 


Sebastián Piñera venció en Chile porque la Concertación, a parte del formal Estado de Derecho, ya no podía seguir engañando con cambios que no pudieron hacer en 20 años. Como es de suponer, un presidente que maneja gran parte de la economía chilena (también  del Perú, no hay que olvidarse) desde sus intereses privados, con una fortuna que no baja de los 3000 millones de dólares americanos, no podía ofrecer más que continuismo, tal como lo habría hecho el fujimorismo con Keiko Fujimori.   

La lección de Chile en materia educativa.
La historia de la educación en América Latina, por lo menos hasta la década de los años 70 del siglo XX,  tuvo en Chile a uno de sus mejores ejemplos en el avance de la educación pública, al lado de Argentina, Uruguay y México. Cultura y educación constituyeron en Chile una unidad que llevó al profesorado chileno a desplegar un trabajo pedagógico y de organización sindical desde la década de los años 20 del siglo pasado.  
Se puede decir que la educación chilena tiene un antes y un después tomando como línea divisoria en su historia educativa la reforma educativa neoliberal de la dictadura implantada con el golpe de Estado de 1973.  De una escuela pública de buen nivel, se paso al menoscabo de ella a través de un proceso radical de privatización y municipalización del servicio educativo; de la educación como derecho social, a la educación como elemento del mercado para el lucro de los inversionistas en el servicio; de un presupuesto educativo equivalente al 5% del PBI, a su reducción; de un profesorado de dedicación casi total al trabajo de la docencia, se llegó al desprecio por la carrera docente, a la que se la sometió a las evaluaciones estandarizadas, que también se aplican a los estudiantes para adecuarlos a supuestos “estándares internacionales” venidos de Estados Unidos y de los países de la OCDE (Europa). 

Los parlanchines del Perú en materia educativa, y no solo quienes anduvieron con el fujimorismo, repetían como papagayos las lecciones de la burocracia neoliberal de Chile.  Aun recuerdo un debate que tuvimos con el inefable Rafael Rey en un evento realizado en el Museo de la Nación en 1964, cuando el fujimorista del Opus Dei fungía de Presidente de la Comisión de Educación del denominado Congreso Constituyente Democrático, quien, cuando no pudo refutar los datos de la realidad educativa chilena bajo los efectos de la reforma neoliberal, abandonó la sala.   

La lucha posterior de los maestros y estudiantes, especialmente durante el gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010), demostró que el tan mentado “modelo educativo” chileno había fracasado.  Las profundas desigualdades económicas y sociales que ha generado el modelo neoliberal en ese país se refleja también en el campo de la educación chilena que hoy los estudiantes denuncian y exigen su transformación.  

Ocultando los hechos objetivos de la reforma educativa chilena, nuestros gobernantes que juraron promover la “inclusión social” no han hecho otra cosa que copiar cada una de las políticas neoliberales, encubriéndolas con propuestas adjetivas y hasta yuxtaponiendo a la Ley General de Educación 28044, al decreto privatizador 882 y a la Ley 29062, mal llamada de Carrera Pública Magisterial, un Proyecto Educativo Nacional que, plagada de hermosas generalidades,  no contradice a aquellas.   

Las exigencias de los estudiantes chilenos.
La sociedad chilena está muy fragmentada.  El Estado está en manos de una clase burguesa que ha convertido a la educación en una mercancía, en instrumento de enriquecimiento, deteriorando los derechos de la gran mayoría de niños, adolescentes y jóvenes.  Ha impuesto una “imaginativa” manera de ganar más dinero desde las entidades financieras: el crédito educativo para la educación superior, tecnológica y universitaria. Esta alternativa ha rebotado en la cabeza de no pocos educadores y empresarios peruanos como una opción para superar la falta de financiamiento de la educación de millones de peruanos.  Lo que debiera de ser un derecho, se convierte en una vulgar transacción bancaria a futuro, de tal manera que el estudiante concluiría sus estudios profesionales con una deuda que le impediría, por lo menos,  un mínimo de bienestar.  ¿Y cuál es, entonces, el papel del Estado?  Promover más créditos educativos, es decir, aumentar las ganancias de los bancos a costa de los futuros profesionales. Este mecanismo neoliberal, en un país como Canadá, con un nivel de ingresos familiares superiores, propio de un país de elevado desarrollo humano (PNUD), ha aumentado el ausentismo de la juventud de los estudios superiores, lo que también viene ocurriendo en Estados Unidos.  

Las exigencias de los estudiantes chilenos no son ampulosas.  Ellos están planteando al señor Piñera que las escuelas municipalizadas (abandonadas en realidad) pasen al Estado, al gobierno central; que el presupuesto de la educación debe ser integral, es decir, suficiente para toda la escuela pública; que se reduzca la educación privatizada y se fortalezca la escuela pública. 

Por su parte, el presidente Piñera ofrece 21 medidas que no tocan ni un milímetro del sistema educativo vigente y en crisis por su evidente fracaso, siendo las más “espectaculares” dos de ellas: poner al Estado como garante del crédito educativo y formar una comisión para que “en los próximos meses” elabore una nueva propuesta. No serán los estudiantes los culpables para que la lucha continúe.  

El Estado chileno actual, como expresión de una clase burguesa relativamente fuerte, no puede sino mantener el sistema educativo que ha elitizado la enseñanza ayudando a reproducir el sistema de dominación.  La respuesta represiva es la única alternativa de la ultraderecha en el poder mientras los estudiantes y los maestros de todos los niveles educativos no obtengan la solidaridad de los trabajadores y del pueblo.  Por hoy, siendo importante su lucha, parece como la única reacción de las clases oprimidas chilenas que buscan un camino diferente al del capitalismo.   

Para el Perú, la lucha de los estudiantes chilenos es un ejemplo de lo que debe hacerse en materia educativa respecto a una nueva reforma educativa.  Si no se desmonta la reforma neoliberal, empezando por sus fundamentos constitucionales, poco se puede avanzar para resolver la crisis de la educación peruana.  

Lima, agosto 5 del 2011.

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