Seminario - Taller sobre la Evaluación Estandarizada en América.
(del 19 al 21 de febrero del 2009)
Evaluación Estandarizada: Poderoso instrumento de control y exclusión.
Este seminario aborda un tema de gran importancia para la educación en América Latina y El Caribe. La Red SEPA, conciente de esa importancia, lo ha convertido, en el 2009, en el centro de su preocupación. En el año de la fundación de la Red (1999), la preocupación fue más general aunque no menos importante: evaluar los impactos del neoliberalismo en la educación, a la vez que levantar una alternativa de educación democrática para América, cuando el modelo del Consenso de Washington tenía ya cerca de veinte años de aplicación y estaba produciendo, en los países donde se venía aplicando, mayor exclusión, tanto en Estados Unidos Estados Unidos e Inglaterra como en Chile y en los demás países latinoamericanos que habían adoptado, sumisamente, la reforma educativa neoliberal.
Introducción: Antecedentes y contexto actual.
El siglo XX ha sido el siglo de la evaluación educativa, empezando por la evaluación de los estudiantes para su promoción en años o grados y niveles de estudio, usando, primero, escalas cuantitativas (decimales, vigesimales y centesimales) y, luego, criterios cualitativos.
En América Latina la búsqueda de una correcta evaluación educativa fue la preocupación constante de eminentes pedagogos, principalmente argentinos y mexicanos, que contribuyeron al avance de su educación en el marco de sus sistemas educativos hasta, por lo menos, la década de los 60. Las experiencias de ambos países se extendieron por los demás estados latinoamericanos, cuyos pedagogos trataron de acompañar al proceso enseñanza-aprendizaje con instrumentos de evaluación en el aula, incluyendo a los propios docentes a través de la inspectoría de la educación y la supervisión educativa como teorías de apoyo al docente, cuya aplicación no siempre fue adecuada.
La década de los 60 trajo la primera gran crisis de la educación en América Latina, excepto en Cuba, país que empezó a vivir un momento histórico diferente desde el primero de enero de 1959. La crisis obligó a una reforma educativa que abarcó casi toda la década de los 70, introduciendo la evaluación cualitativa en el aula, aunque sin eliminar la evaluación cuantitativa. Como se sabe, los resultados de aquellas reformas enmarcadas en el proceso del desarrollismo neokeynesiano, no fueron los esperados, y la crisis de la educación no se detuvo, como tampoco pudo frenarse la crisis económica y social que derivó, en los 80, en una “década perdida”, como fue denominada por la propia CEPAL, eco institucional de los organismos internacionales Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional.
La ideología neoliberal, asentada inicialmente en Inglaterra y Estados Unidos, impulsó, sobre sus bases económicas y sociales, reformas educativas privatizadoras que, al mismo tiempo, utilizaron evaluaciones estandarizadas para estudiantes y docentes. Los últimos 20 años del siglo XX corresponden a la aplicación acelerada del neoliberalismo en todos los aspectos de la vida de esas dos naciones, y lo que hicieron en materia educativa es desarticular su antiguo sistema hasta convertirlo en una suerte de laberinto pedagógico, una especie de mercado libre que refleja la crisis de su economía. Los asesinatos en las escuelas de ambos países, el desorden en los procesos educativos entre los establecimientos escolares, la presencia de ideas conservadores que hacen del creacionismo la base de la moral oficial, son algunos de los indicios de una crisis que el capitalismo dominante no ha podido resolver.
Las reformas educativas neoliberales, desarrolladas a partir el ensayo chileno de los 80, trajeron como moda tecnocrática la evaluación estandarizada en América Latina. Entre 1988 y el 2000, casi todos los gobiernos lo han venido aplicando. En el caso de Estados Unidos, Canadá y México, la evaluación estandarizada ha tenido su momento inicial con la firma del TLC o NAFTA entre los tres países, hecho analizado por el académico Hugo Aboites, de la Universidad Metropolitana de México, especialmente en su libro Viento del Norte. TLC y privatización de la Educación superior en México (Plaza y Valdez, México, D. F. , 1997), texto que, si bien aborda preferentemente la educación superior, enfoca los diversos mecanismos de control de la educación por factores ajenos a la pedagogía.
En el caso de los países del Sur de México, incluidos los de Sudamérica, el modelo chileno fue emulado por los gobiernos neoliberales, incluso sin tener en cuenta los estragos producidos por la reforma pinochetista de los 80. Los sucesivos gobiernos de la Concertación, a partir de 1990, prosiguieron –y prosiguen- con el mismo modelo estandarizado, lo que ha producido, desde el año 2006, una reacción masiva de estudiantes y maestros al comprobar que el denominado “mejoramiento de la calidad educativa” solo se ha producido en los bolsillos de los que detentan la administración de la educación privatizada en aquel país.
El contexto casi natural de la evaluación estandarizada está definido por el triunfo y desarrollo del neoliberalismo como opción capitalista de fines del siglo XX y la presente década del siglo XXI: privatizaciones generalizadas de los bienes y servicios de los estados, mercantilización del patrimonio cultural de los pueblos, desregulación laboral y anulación de los derechos de los trabajadores, reformas constitucionales y nuevas constituciones adecuadas al modelo neoliberal, aplicación del pragmatismo pedagógico y sus expresiones constructivistas, tratados de libre comercio que establecen las mejores condiciones para que los monopolios transnacionales se apoderen de los mercados nacionales, los que en adelante dejarán de pertenecer a los estados a donde aquellos monopolios penetran bajo la autoridad suprema de la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyo concepto de “servicio = mercancía” define bien el objetivo de comprar y vender en el libre mercado la educación y la cultura.
Estandarizar es uniformizar.
Quienes han estudiado el proceso histórico de la evaluación educativa dan cuenta de la correspondencia entre los objetivos de la producción industrial capitalista en Estados Unidos y la necesidad de promover una educación que se expresen en resultados de eficiencia y de aplicación inmediata. No es casual que sea Estados Unidos y su presencia imperialista en el mundo la cuna del pragmatismo filosófico y su expresión pedagógica durante el siglo XX, del conductismo y el neoconductismo, la pruebas “objetivas” que derivaron en las actuales pruebas estandarizadas de opción múltiple.
De la producción industrial en serie, lo estandarizado se trasladó a la escuela. La estandarización de la calidad de la producción manufacturera que impone la adecuación del movimiento del trabajador al de las máquinas, se expresa en un proceso educativo que requiere ser medido con mayor precisión, lo que hoy se denomina competencia y “logros del aprendizaje”, en el sentido de lo cuantitativo. Es la uniformización de los sujetos de la educación, la limitación del conocimiento que se pretende evaluar, castrando, en realidad, el sentido de toda evaluación, que no puede reducirse a lo cuantitativo ni meramente a los aspectos cognoscitivos “precisos” y “exactos”. Hay que advertir que evaluar es valorar; y toda valoración, para que sea tal, requiere un enfoque totalizador, integral.
La evaluación estandarizada concebida por los neoliberales entra en contradicción con uno de los postulados de la reforma neoliberal: la formación integral del hombre y el respeto a la diversidad. Se busca, supuestamente, una formación plena y diversificada (intercultural), pero se exige un resultado unilateral y cuantificable a través de una pedagogía meramente operativa y su instrumento, la prueba estandarizada. Esta contradicción, como las demás contradicciones en que incurre la teoría educativa neoliberal, expresa su fracaso, que obliga a sus fanáticos parchar frecuentemente su reforma, “reformar la reforma” para que siga funcionando, como viene ocurriendo en mi país, donde, luego de la caída del fujimorismo en el 2000, los sucesivos gobiernos vienen aplicando el mismo programa neoliberal de los 90.
Evaluación pedagógica o Evaluación Neoliberal.
Son las dos alternativas, diferentes y opuestas, que en materia educativa se enfrentan hoy en América. No es un capricho de clasificación ni un planteamiento de “blanco y negro”. Constituye una realidad que venimos enfrentado como parte de los demás problemas que nos ha traído la reforma neoliberal.
Estoy seguro que al trabajo pedagógico en el aula debe corresponder una evaluación también pedagógica y científica, con características que la definan como proceso inherente a las relaciones que se producen en la enseñanza-aprendizaje. Pero en el caso de la evaluación neoliberal ocurre lo contrario, desde el empirismo pedagógico hasta objetivos ligados a la privatización de la educación y la desregulación del trabajo docente, factores ajenos a una relación auténticamente pedagógica.
Consideramos pertinente y necesario definir entre evaluación científico-pedagógica, por un lado, y evaluación neoliberal estandarizada, por otro. Los neoliberales consideran que con sus teorías empiristas y pragmáticas van a resolver la crisis de la educación, concentrando su crítica en la labor del maestro y no encarando la esencia del problema de la educación en nuestro tiempo. Esta incongruencia en el enfoque me obliga a desarrollar, con la brevedad que esta exposición obliga, algunas características que debe asumir la evaluación pedagógica que buscamos plasmar los maestros con nuestros alumnos y que también debe aplicarse a los propios docentes para orientar su desempeño profesional. Procederé de manera comparativa con la evaluación neoliberal.
a) Contextualizar la evaluación. La evaluación pedagógica tiene en cuenta las condiciones en que se produce el proceso enseñanza-aprendizaje, los factores que inciden o pueden incidir en los resultados, los grados de asimilación de que son capaces los estudiantes. Al contrario, para la evaluación estandarizada el contexto carece de importancia, pues se traza un objetivo único y rígido que obliga a medir los resultados con un solo rasero. Su punto de partida es la creencia de que todos deben responder de la misma manera a los estímulos de la prueba estandarizada. Como los neoliberales vienen aplicando su “combate a la pobreza” mediante políticas asistencialistas, tienen la aparente seguridad de que todos los niños y los maestros que trabajan con estos niños deben responder de la misma manera.
b) Evaluar integralmente. La evaluación pedagógica toma en cuenta no solamente todos los factores del contexto, sino que valora todos los elementos de la formación del niño, por ende, del profesional en la educación, tanto los elementos cognoscitivos como los valorativos, integrándolos en una totalidad de formación que se busca plasmar. La evaluación estandarizada que vienen aplicando los neoliberales solo abarca algunos elementos cognoscitivos, conocimientos parciales de matemática y “comunicación”, a los que PISA ha incorporado conocimientos de ciencias (naturales), dejando al margen todos los demás conocimientos y capacidades del estudiante y/o de los docentes. Para el pragmatismo pedagógico, trasfondo real de la evaluación estandarizada, carece de importancia el conocimiento histórico, geográfico, la cultura integradora de la personalidad en formación. Solamente le interesa el resultado inmediato y práctico para que el ciudadano se adapte a la economía de libre mercado y la correspondiente relación de competencia en ese contexto de “sálvese quien pueda”. El contexto básico de la evaluación pedagógica es el aula; el de la evaluación estandarizada es el elemento externo, la prueba elaborada al margen del desempeño docente o de la práctica profesional. Mutatis mutandis, el contexto para la evaluación de los estudiantes es una prueba que no tiene en cuenta el comportamiento, las reacciones y el trabajo de estos en el proceso enseñanza-aprendizaje.
c) La evaluación pedagógica es sistemática. Su punto de partida es el ordenamiento de los elementos que se pretende evaluar, las jerarquías pertinentes que tienen su origen en los principios de la pedagogía y de las ciencias, en los métodos que se busca aplicar o que se exige aplicar a quienes se evalúa. Lo sistemático se orienta a buscar una visión de conjunto de los hechos y de los propios conceptos, de los contenidos educativos. Para la evaluación neoliberal, su estandarización anula los sistemático, que es característica de todo conocimiento científico, y desintegra el conocimiento en parcialidades que inducen a una visión desintegrada de la realidad. Esta visión asistemática conduce, sin embargo, al objetivo que la pedagogía neoliberal pretende: la búsqueda de un “ideal” centrado en el éxito inmediato, pragmatista. El razonamiento verbal y el razonamiento matemático parecen ser los únicos procesos de cognición y de valoración que se pretende inculcar a los estudiantes y maestros.
d) La evaluación pedagógica es formativa. Porque es valorativa, la evaluación científico-pedagógica se orienta a superar capacidades, comportamientos, partiendo de los elementos y factores positivos para superar los errores y vacíos detectados en el proceso evaluativo. La evaluación estandarizada es simplemente punitiva, de castigo para quien no logra lo que la prueba exige, conduciendo a situaciones de frustración, de fracaso; por lo tanto, crea un ambiente de inseguridad y ansiedad en quienes son sometidos a esas pruebas de “razonamiento” sobre “habilidades y destrezas” que carecen de valor para la formación integral del hombre. Los premios y castigos que hoy ofrecen los neoliberales contradicen los avances de la teoría educativa de los últimos 300 años de la pedagogía como ciencia de la formación del hombre. Como lo demuestra la crisis actual del capitalismo, el neoliberalismo ha producido los retrocesos más evidentes en los sistemas sociales donde su aplicación ha sido más intensa e incontrolada.
e) La evaluación pedagógica es permanente. Inherente al proceso enseñanza-aprendizaje, para el alumno o para el docente, la evaluación pedagógica corresponde a ese proceso, lo que le da el carácter de permanente, continuo y ligado a él. Lo contrario es la evaluación discontinua, temporal, simplemente para medir resultados cada vez que se requiere comprobar “avances” en la aplicación de políticas educativas de capacitación o aplicación de nuevos planteamientos curriculares o metodológicos, con cambios frecuentes en los últimos 25 años. La evaluación estandarizada se desliga del proceso enseñanza-aprendizaje al convertirse en un evento que viene desde afuera, ajeno a lo que ocurre en la práctica.
Si hay algo, en el campo de la pedagogía, que se aparta del principio de la unidad teórico-práctica es la evaluación que aplican los neoliberales. ¿Dónde se encuentra el centro de la práctica docente? En el aula. ¿Dónde evalúan los neoliberales? Fuera del aula, disgregando teoría y práctica.
Algunas conclusiones.
1º) La evaluación estandarizada tiende al control del proceso enseñanza-aprendizaje a través de instrumentos ajenos al proceso: las pruebas estandarizadas, elaboradas, administradas y corregidas por entidades privadas. El papel del maestro queda total o parcialmente disminuido, desvalorizado.
2º) Al no tener en cuenta las condiciones en que se produce el proceso enseñanza-aprendizaje, excluye a los que menos rinden en la escuela o a los que buscan un lugar en el proceso de su formación cultural, frente a quienes tienen mayores privilegios en situaciones de profundas desigualdades sociales: económicas, étnicas, culturales.
3º) La evaluación estandarizada forma parte del sistema social que elitiza la apropiación y el uso del conocimiento, concordante con la privatización de los servicios sociales que el neoliberalismo conduce para privilegiar a las transnacionales.
4º) La evaluación estandarizada conduce al control de la escuela desde un aparato tecno-burocrático al servicio de la economía de libre mercado, que eleva a categoría de axioma lo competitivo como sinónimo de calidad educativa.
5º) La evaluación neoliberal es un instrumento que facilita la expresión del pensamiento único a través de reactivos y respuestas uniformes, bajo la orientación de la pedagogía pragmatista.
6º) Los resultados de la evaluación estandarizada en América no son de mejoramiento de la calidad educativa, pero los neoliberales insisten en seguir aplicando esa evaluación, como atestiguan los testimonios de dirigentes sindicales magisteriales e investigadores de la educación en toda América.
Tengo la convicción de que el Seminario-Taller que estamos iniciando recogerá muchos testimonios e investigaciones sobre la aplicación de la evaluación estandarizada; pero también recogerá los planteamientos que nos permitan elaborar, a partir de la experiencia pedagógica pasada y de la propia teoría educativa, una propuesta de evaluación que sea sistemática, formativa, permanente, contextualizada e integral, que nos permita acompañar adecuadamente al proceso enseñanza-aprendizaje en nuestra lucha por una educación democrática y liberadora.
Debo, finalmente, rendir homenaje a los maestros mexicanos que vienen luchando por reorientar su sindicato y por derrotar la denominada Alianza para la Calidad Educativa (ACE) que, precisamente, apoya la reforma educativa neoliberal y su evaluación estandarizada de estudiantes y profesores, tratando de anular totalmente el ya reformado artículo 3º de la Constitución Política de México que garantizaba la educación gratuita, laica y obligatoria.
México, Febrero de 2009.
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